jueves, 12 de febrero de 2009

LOS INSULTOS

"Cuando mi padre estaba agonizando, yo tenía sólo nueve años. Me pidió que me acercara a su lecho y me murmuró al oído: Hijo, no te dejo mucho, al menos no en cosas terrenales. Pero tengo algo para contarte, algo que a mí me dijo mi padre en su lecho de muerte. Me ha ayudado muchísimo; siempre ha sido mi tesoro. Aún no estás muy maduro; tal vez no entiendas lo que digo, pero consérvalo, recuérdalo. Alguna vez crecerás y entonces podrás comprender. Ésta es la clave que abre las puertas de grandes tesoros."
Por supuesto que el hijo no podía entenderlo en ese momento, pero fue esto lo que habría de modificar toda su vida.
Y su padre dijo algo muy simple : "Cuando alguien te insulte, hijo mío, dile que meditarás acerca de ello durante veinticuatro horas y después volverás para responderle."
El hijo no podía creer que esto fuera una clave tan importante y tan valioso que debiera recordarlo. Pero, como eso fue algo dicho por su agonizante padre, que tanto lo había amado y que, apenas lo dijo, dio su último aliento pues quedó grabado en él. No podía olvidarlo.
Cada vez que se acordaba de su padre, recordaba su frase. Sin comprenderla realmente, comenzó a practicarla. Si alguien lo insultaba meditaba respecto a ello durante veinticuatro horas. Es lo que le había dicho su padre, que ya no estaba aquí.
Decía: "Meditar durante veinticuatro horas me ha aportado las más claras visiones de mí mismo. A veces, he descubierto que el insulto era correcto, que eso es lo que soy. Entonces, buscaba a la persona y le decía: 'Señor, gracias, tenía usted razón. No fue un insulto, sino sólo un comentario sobre algo real. Me llamó estúpido, y lo soy'. O a veces me ha pasado que meditar durante veinticuatro horas me llevaba a darme cuenta de que se trataba de una absoluta mentira. Pero, cuando algo es mentira, ¿por qué ofenderse? Entonces, nunca iba a decirle a esa persona que había mentido. Una mentira es una mentira, ¿por qué molestarse por ella?"
La contemplación y la meditación, poco a poco, lo volvieron más atento a sus propias reacciones que a las de los demás.
Osho.