domingo, 21 de agosto de 2011

FELIZ DÍA DEL NIÑO

Al tesoro interno.. a nuestros niños!!!








Juegan, ríen, corren sin cansancio, dibujan historias

en papeles transparentes, vuelan tocando el piso,

moviendo sus brazos en búsqueda de un cielo cercano,

inventan, crean universos paralelos sobre cuerpos

diminutos, que ven crecer una fisonomía que no los

separa de sus aventuras, buscando barriletes sin hilos

que los lleve a nubes de caramelos, a sueños en donde

la infancia se tome una siesta sobre juguetes gastados.





Bailan, hacen marionetas de esos cuerpos indefensos,

héroes en capas robadas del tendal de la madre, cosquillas que muestran dientes de leche,

gigantes pequeños que todo lo pueden, que abrazan los

continentes con sonrisas contagiosas, buscando reparo

en los brazos de los grandes, aprendiendo a superar el

miedo, tomando el coraje para crecer despacio, queriendo

sacar las rueditas de la bici para mostrar cuánto han

crecido, aunque se sigan viendo tan chiquitos.





Alegrías, disfraces de ocasión que sólo buscan esconderlos,

para asustarnos ante un ruido que descubra sus voces infantiles,

jugando a ser grandes en los trajes de papá,

trazando caricaturas con crayones de mamá, buscando reparo en un hermano, el más grande, el molde al que buscan llegar sabiendo

que serán diferentes, pero que con tan sólo imaginarlos les confiesan cuánto lo idolatran.




Juegan, ríen, saltan barreras

alejados de una maldad que no conocen, cercano a los ojos de quienes envidian

sin daño, tratando de perdirle al tiempo un regreso hacia una infancia

pasada, vividas en calles de tierra, que nos deje sobre bicicletas

compartidas, desnudando nuevos sueños postergados, queriendo ser chicos

aun de grandes, vistiéndonos con el traje de papá, pintando con las

cosas de mamá.. buscando el tesoro, el premio que alivie una madurez

no tan madura, tratando de ser niños... aunque nos vean como grandes.





                                               autor Nicolás (BY NGR) argentino, de Bahía Blanca.


sábado, 13 de agosto de 2011

Los manzanos bien cuidados dan manzanas sabrosas

En el almuerzo del domingo, la familia estaba reunida para festejar el cumpleaños de Pepito, el hijo y nieto más pequeño, que cumplía siete años. Cuando todos estaban conversando animadamente durante la sobremesa, alrededor de un hermoso frutero con todo tipo de frutas, el papá se da cuenta de que Pepito mira atentamente algo muy pequeño que hay sobre la mesa.



- Hijo, ¿quieres una fruta?


El niño estaba tan concentrado que no respondió y su padre, con la mitad de una manzana ya pelada para ofrecérsela, decide acercarse a él.


El pequeño tiene una semilla sobre la mano derecha, y la va girando con uno de sus dedos de la mano izquierda para observarla mejor. El papá muestra interés por verla y Pepito le pregunta:


- ¿Que es esto, papá?


- Eso “ayer” era una manzana, igual que la que tengo en mi mano.


El niño mira la manzana que su papá le estaba ofreciendo y observando de nuevo la semilla responde:


- No papá, ¡esto es igual que las semillas de ese trozo de manzana!


Su padre comienza a explicarle que la manzana era antes como esas semillas, que después de un cierto tiempo podrían transformarse en manzanas si tuvieran las condiciones necesarias para ello. Al ver la expresión curiosa pero un tanto confusa de su hijo, el padre siente que debe explicarse mejor.


- Míralo así, Pepito. Ese huesito que tienes en la mano es la semilla de una manzana, y nunca se va transformar en una naranja, ni en un plátano ni en ninguna otra de las frutas que ves en el frutero. Si la sembramos, llegará a ser un manzano que dará muchas manzanas.


En ese momento el niño, que se estaba comiendo un trocito de la manzana que su papá le había dado, preguntó:


- ¿Va a ser una manzana dulce como ésta?


- Depende. Puede ser ácida, dulce, grande, pequeña, dura, blanda, sabrosa, sin sabor. Eso dependerá de la lluvia, del viento, del terreno, del sol, del calor y del frío, de los animales, de las lombrices, de los alimentos que tenga en la tierra para crecer…


El pequeño no esperó a que su padre terminase de hablar, y tomando las semillas del trozo de manzana que se estaba comiendo, corrió hasta el huerto e hizo algunos hoyos para sembrarlas. Su padre lo siguió y le enseñó a plantar las simientes. En las semanas posteriores, le enseño a cuidarlas para que brotasen.


Años después, mientras comía manzanas con sus hijos en el huerto, Pepe les contó lo que había aprendido de su padre. Los manzanos bien cuidados dan manzanas bonitas, dulces y sabrosas.


D/A