sábado, 2 de julio de 2011

ÚSELO Y TÍRELO

Desaparecer sin dar explicaciones, sin dar un cierre a ese tiempo compartido es tratar al otro como un objeto, no como un sujeto. Una invitación a valorar los sueños mutuos, los vínculos generados y el cariño construido. Lic. Liza Porcelli Piussi

La relación comenzó no sé exactamente cuándo,creo que casi veinte y tantos años atrás. De allí en adelante fue compartir todos los días desde las mínimas alegrías o ínfimas tristezas hasta las más grandes satisfacciones o aquellas angustias que sólo calmaban cuando alguna de nosotras podía apoyar el rostro lleno de lágrimas en el hombro de la otra. Y así fueron creciendo los hijos, y así fuimos transitando día tras día el camino hacia nuestro lugar de trabajo : sí, trabajábamos en el mismo lugar a veces compartiendo el mismo turno pero la mayor parte fue en turnos opuestos. Nuestro lugar era la escuela, nuestra vida era la escuela. Amábamos nuestro trabajo y eso nos unía cada vez más ; éramos los polos opuestos en cuanto a capacidades, habilidades, destrezas, etc...
Ella muy ordenadita, prolija, clases vistosas con cientos de dibujitos para los niños que a diario repartía y con una paciencia que jamás ví en un docente. Ante una tarea incompleta o toda sucia e inentendible ella acariciaba la carita del alumno en cuestión y volvía a darle otra fotocopia con las explicaciones pertinentes.
Yo, la desprolija, la que hacía todo a los apurones porque los tiempos no alcanzaban; vivía haciendo cursos y leyendo todo cuando llegara a mis manos sobre Metodología, me gustaba innovar para atrapar a los alumnos y lograr el maravilloso acto de enseñar y aprender. Tan distintas éramos que ella tenía siempre a los pequeñines; yo a los que ya iban teniendo voz gruesa y a las que osaban pintarse alguna uña o poner algo de color en sus ojos. Y fué así que compartíamos experiencias laborales y situaciones de nuestro andar por la vida. Ambas con una lealtad mutua a prueba de fuego; si hablaban de ella o de mí lo charlábamos en privado sin hacerlo notar ni provocar dimes y diretes con el resto de los compañeros. Nadie sabía de nuestra amistad y no fue por querer ocultarlo, simplemente fue así, espontáneo, sin otro interés que no fuera el aliviarle la vida a la otra. Hemos vivido situaciones afectivas desgarrantes. Cuando falleció su nietito de recién dos meses de vida yo cargué con su cuerpito en mis brazos rumbo al cementerio. Cuando me tocó a mí enfrentar situaciones graves de enfermedad de mis seres más queridos ella corrió haciendo trámites y papeleos que me exigían en lo laboral y yo no estaba en condiciones de coordinar una sola idea. ¿ Que si nos enojábamos y discutíamos? Claro que sí por algo éramos amigas. Y nuestros días pasaban como la música de las canciones, algunas movedizas y alegres, otras no tanto..... y mientras hacíamos planes para el futuro. - " Hagamos un viaje" le dije - " Noooo,esperá a que me jubile " - ¿ y cuándo? - "Cuando me acompañes a hacer los trámites " y allá juntas fuimos y el día llegó. A los pocos años llegó el mío.
Ahora ya dos mujeres con mucho vivido tras nuestras espaldas nos fuimos encontrando cada vez más cerca. Casi todos los días gozábamos aunque sea de una hora caminando solas, cada vez más cerca espiritualmente, tan cerca que hasta en los silencios nos escuchábamos. Pero un día a aquella música de las canciones...... se terminó. _-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_ Claro que la música se puede cortar sin ni siquiera bajar el volumen gradualmente: se puede cortar de golpe por diferentes causas.
Y eso es la vida, una debería estar preparada y no por eso dejar de disfrutar. Pero lo que no debería ser parte de la vida (y a lo que nadie debería tener que acostumbrarse) es la desidia, la falta de compromiso humano con que de golpe se cierra una puerta. Porque ahí es cuando el otro con su actitud le quita valor y realidad al festejo y una, al final, siente que de lo vivido no le quedó nada. Acaso es tan difícil poder explicar “te agradezco por haber querido venir, pero cierro la puerta porque necesito estar sola, a pesar de lo que compartimos hasta ahora”.
Esta mínima explicación incluye dos elementos esenciales: el agradecimiento hacia el tiempo y la compañía del otro, y el reconocimiento y el registro de que existió un compartir. Esto no significa que la explicación que nos den no nos vaya a resultar frustrante. Y habrá, según las personalidades, diferentes reacciones. Algunas tocarán insistentemente ese puerta para que les vuelvan a abrir y otras se irán cabizbajas pero sintiéndose cuidadas como personas.
En cambio, cuando la puerta se cierra sin que medie ninguna explicación, una tiene que seguir adelante sin entender nada y con ese gusto a portazo en la garganta. Un gusto que quizá regrese cuando alguien vuelva a entreabrir una puerta invitándonos a pasar. Además, pensemos esto: explicándonos, despidiéndonos, tratándonos con compromiso humano ganamos todos. Porque así seremos muchos más los que iremos por la vida sin miedo de soñar otra vez. Seremos muchos más los que estaremos dispuestos a festejar otra vez un encuentro aún sin la certeza del resultado. Y hablo del soñar como la actividad más normal de ir más allá del momento presente y proyectar un día más, una vivencia más con la otra persona. Hablo de ese imaginar mutuo en el que a todos nos gusta que nos incluyan. Entonces, no dejemos que el " ÚSELO Y TÍRELO " que impregna la sociedad llegue también a las relaciones. Porque desaparecer sin dar explicaciones, sin dar un cierre, es tratar al otro como un objeto, no como un sujeto. La diferencia es que ese sujeto del que alguien se deshace sin más, no queda en algún relleno sanitario como los objetos que velozmente desechamos. Ese sujeto formará parte de nuestra misma sociedad, pero quizá más desgastado por las relaciones, más descreído del amor incipiente. Entonces, la próxima vez que disfruten de un encuentro recíproco y sentido, si eventualmente llega el desencuentro, explíquense, agradézcanse, despídanse... Y así cada uno podrá seguir adelante sin desgaste y sin sentir esa ingrata sensación del abrazo descartable. Texto parafraseado por mí, tomado de Liza Porcelli Piussi, licenciada en psicología y escritora.